lunes, 13 de febrero de 2012

25) El regreso del alternador.

Luego de disfrutar Wanaka, decidimos continuar. La noche se acercaba y decidimos parar en un descanso de esos que hay por la ruta a dormir. Había más autos, por lo tanto no éramos los únicos que dormiríamos allí.

Al despertar, continuamos nuestro camino. Próxima parada: los glaciares.

Allí partimos, mirando el mapa y haciéndonos la idea de qué ciudad sería linda para parar en el camino. Al mirar el mapa, te señala con puntos las ciudades, y las que tienen el punto más grande te esperas que sea algo genial. Una mentira, todas las ciudades chicas y sin nada para hacer.

Manejamos de corrido hasta la meta, Fox Glacier, y al llegar nos encontramos con la sorpresa de que todos los lugares que tenían potencial para dormir en el auto, tenían un gran cartel indicando que estaba prohibido hacerlo. ¡Malditos!

Como los glaciares son dos, el Fox Glacier y el Franz Josef, decidimos ir al siguiente. Buscamos y buscamos, pero estábamos en la misma situación. Decidimos alejarnos un poco más de la ciudad, nos paró la policía para un control de alcoholemia y Fernando iba manejando. (Por cierto, dio 0 eh, es más, creo que le salió que tiene anemia o anorexia)

‘Señor Policía, ¿dónde podremos pasar la noche en el auto?’ - Nos indicó un lugar cerca y allí fuimos. Encontramos el lugar, y creemos que había que pagar un poco. (No lo hicimos) Había mucha gente y estacionamos por ahí.

Hacía calor, mucho calor. Debíamos abrir las ventanillas o moriríamos asfixiados. Medio segundo después, considerábamos la opción de morir por demasiadas picaduras de mosquito. Teníamos que respirar, y no había forma de solucionarlo.

Llegó un momento donde era demasiado. Me levanté (bueno, me senté - estaba en el auto) y miré la hora. 00.30 hrs marcaba el reloj y fue ahí cuando me di cuenta que probablemente no sobreviviría esa noche.

Salió el sol, y 15 segundos después los dos estábamos listos para irnos. Salimos, con las cuatro ventanas abiertas, en plena ruta y con mal humor mañanero, sacando mosquitos a 100 km/hr.
Al ganar la batalla, llegamos al backpacker. Ese día lo usaríamos para descansar y acicalarnos para sobrevivir un par de días más en el auto.

‘A eso del mediodía estará pronta su habitación’ - ’Son las 8 señor, y creo que estas picaduras no son de cualquier mosquito’ pensé.

Listo, estaba nuestra habitación y dormimos todo el día. Nos bañamos y seguimos durmiendo.
Al día siguiente, estábamos listos para seguir.

Con un mejor perfume que el día anterior (igual, mi perro tenía mejor perfume que el que teníamos ese día) partimos hacia el Fox Glacier. Después de una caminata de unos 20 minutos, rodeados de montañas y alguna que otra cascada, llegamos. Allí se veía, entre las montañas, un gran glaciar. Nosotros queríamos tocar nieve nuevamente, pero no, de lejos.

Luego de pasar bastantes carteles indicándome que moriría si pasaba esa cuerda TAN segura, partíamos hacia el otro glaciar. Este nos había desilusionado un poco, y en el camino nos encontramos con unos conocidos que nos comentaron que venían del otro y era bastante peor.

Uff. Nos rendimos con los glaciares y salimos rumbo a Greymouth. Era domingo, y todo había cerrado temprano. Igual, paseamos por el lugar y decidimos la próxima parada.

Mirando el mapa, teníamos dos opciones: una, era ir hacia el lado de Westport por una de las rutas más lindas del mundo por sus atardeceres (lo decía en el mapa) o ir hacia el lado de Inangahua y pasar por una ciudad llamada Reefton: the city of light. ‘La ciudad luz, ¡San Carlos de Nueva Zelanda!’ Teníamos que sacar esa foto, por lo tanto la opción era obvia.

Llegamos, sacamos la foto con el cartel, y continuamos nuestro viaje.

Teníamos que dormir por ahí cerca, ya que teníamos en la siguiente ciudad el ‘puente colgante’ más largo de Nueva Zelanda y teníamos que ir.

Al salir de la ciudad luz, efectivamente nos iluminó. El tablero del auto se prendió y nos indicaba que debíamos cargar la batería y que podría estar calentando.

‘¿Y ahora? Últimamente todas las ‘ciudades’ que pasamos son 3 casas.’ Debíamos buscar un lugar para dormir, y mentalizarnos que el día siguiente podría estar complicado.

Encontramos un lindo lugar, y a dormir. Esta vez nos tapamos hasta arriba con la frazada, y no sabemos si fue por eso o por qué, no sentimos los mosquitos. ‘A la cuenta de tres nos destapamos y salimos como unos locos, organizamos todo el auto y seguimos de viaje’. Buen plan, estábamos organizados y los mosquitos no pudieron con nosotros.

Era lunes, y a eso de las 8.30 hrs llegamos a Wakefield. Vimos una gran estación de servicio, con un taller mecánico al lado. ¡Un éxito! ‘…y por suerte es lunes’ pensábamos los dos.

‘Hola, ¿sabes a qué hora abre el taller mecánico?’ le pregunté al señor de la estación de servicio, ‘a las 8 hrs’ me contestó ‘pero hoy es feriado y nadie trabaja’.

¡Claro que era feriado! - ¡Tengo un blog que mantener!

Nos abastecimos de nachos y salsa, y nos fuimos a un camping donde podríamos pasar la noche gratis. Antes, recorrimos la ciudad. Demoramos más en encontrar la salsa en el supermercado, que lo que nos llevó recorrer el centro de la ciudad.

Llegamos al camping, y pasamos todo el día allí. Afortunadamente tengo mis cartas jumbo, las cuales nos entretienen cada vez que necesitamos emoción. ‘Una guerra deberíamos jugar’ - y así fue, Fernando ganó y se nos pasó el día.

Al despertarnos, salimos hacia el mecánico. Se puso a mirar el auto, y cuando le pidió a Nando que se fijara si (mientras él tocaba algo) las luces de cargar la batería y eso, se apagaban. Yo le entendí que nos alejáramos, y esperaba una explosión o algo así. Al darme cuenta lo que pidió, actué disimuladamente e imité lo que hacía Nando.


‘El alternador no está cargando la batería, hay que cambiarlo’
No le entendíamos nada, no sé si era porque hablaba muy entreverado o simplemente los mosquitos nos habían dejado un zumbido permanente en el oído, pero de alternadores entendíamos.

‘Perfecto, deme su mejor pieza’-  le contesté - ‘de segunda mano’  se me escapó junto con una tos.

Eran las 8 de la mañana, al mediodía recién lo iban a revisar.
¿Qué, (en serio eh) qué íbamos a hacer en Wakefield todo ese tiempo?

La cuestión es que el auto estuvo listo a las 14 hrs, y todo ese tiempo, lo pasamos literalmente en el banco de una plaza. En el único banco, de la única plaza.

La mejor parte era el baño público, era todo automático, y al entrar te decía que tenías máximo 10 minutos y que se te abriría la puerta pasado ese tiempo. Mira que no tengo apuro (ni ahí tengo apuro eh) señor Baño, estoy en Wakefield. Me vendría bien leer una revista.

Listo el auto, y seguimos nuestro camino. El puente colgante más largo había sido tachado de la lista, y la próxima parada era Picton, para cruzar a la isla norte.

Pasamos por Nelson, y nos dimos cuenta que hubiese estado bien haber llegado el día anterior. Se hicieron las 17 hrs, cerró todo y continuamos nuestro viaje.

Encontramos lugar para pasar la noche, y nos tomaríamos el Ferry a las 6.30 am.

Llovía, y ya no había mosquitos.

3 comentarios:

  1. La madre de Catalina13 de febrero de 2012, 19:08

    mi auto pierde agua y calienta... sin tan solo acá fueran tan rápidos como ahí

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  2. La honestidad mecánica del otro lado del hemisferio es sencillamente brutal. Pero más allá de todo, es bueno saber que los mosquitos son plaga mundial. ¿Cuál será el siguiente descubrimiento de la patria Kiwi?

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  3. Los mosquitos también los aman. Bien por Ferchu que no toma alcohol cuando maneja!

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