viernes, 25 de noviembre de 2011

19) Te quedó espantoso amor.


Días después de nuestra llegada a Hastings, empezamos a buscar trabajo. Días tras día saliendo por las mañanas a aplicar en lugares donde nos decían que no de entrada. Calmábamos la frustración de cada día con una larga siesta y todo de nuevo al día siguiente.

Más de un lugar tomó nuestros datos, por lo que sabíamos en cuales teníamos que insistir.

Al ir por segunda vez a uno de los lugares, nos dijeron que esperáramos un momento.  La señora se puso a hablar por teléfono, preguntando si necesitaban más personas.  Nos mira, y nos pregunta de dónde éramos. “Uruguay” - contestamos.
Un segundo después termina su conversación telefónica y nos dice que no hay trabajo.

No nos sentimos ni TAN discriminados. De seguro era de envidia, por no tener dulce de leche tan rico como el nuestro acá.

Sorprendidos por la situación, continuamos con nuestra rutina diaria pero nada parecía funcionar.
La lluvia había complicado la temporada, y uno de los trabajos debería empezar la semana siguiente.

Esperamos unos días más, sin hacer nada demasiado productivo.

Cierto día, decidí hacer pastel de carne.
Como sobró zapallo del mediodía, decidí agregárselo al puré.

Una cena riquísima, y encima sobraba para el día siguiente.
Dejé el pastel en el horno, como siempre.

Al día siguiente, nos levantamos y en la casa nos sorprendieron con tortas fritas. Encima, ricas tortas fritas.
Llegó la hora del almuerzo, y calenté el pastel de carne. Había un olor raro, al que yo sentía parecido a veneno de hormigas.
Todos sentíamos ese olor, pero serví el pastel y Nando no paraba de decirme que era la comida con olor a ‘cloaca’ según él. ¡Maldito - agarra tu plato y vete a la mesa!
Y así se fue, siempre tan bueno él.

Todos preguntaban qué era ese olor. Yo no creía que era la comida, pero lo era. No entiendo que pasó, probablemente el zapallo. Tenían que ver la cara de Nando sentado en la mesa avergonzado por su comida con olor raro.

Esa tarde, vino un chileno que vive en el fondo. Nos comentó que tenía trabajo para nosotros y para el de Taiwán. Empezábamos al día siguiente. ¡Algo bueno!

Fuimos esa tarde todos los que vivimos acá al parque y se pusieron a jugar al fútbol. Festejaban un gol y el de Taiwán no tenía idea lo que había pasado.

Pasó el día, mucha burla de por medio, y llegó la hora de la cena. Fideos, no tengo como errarle, siempre fui una experta cocinando fideos. Me hice la muy valiente, y los saqué sin probarlos. Crudos estaban, claro está. Igual, los cocine otro rato.

Nos ofrecieron pesto, y le agregamos. Nando encontró una combinación ‘rara’ por la cual no comió más. Según él fue el pesto, pero puede que lo haya dicho para hacerme sentir mejor.

Los míos estaban bien, no entiendo que pasó. No entiendo que pasó durante todo ese día. Manejé mal (cosa que el muchacho de Taiwán me confirmó - ‘Hoy no es mi mejor día manejando’ - ‘no, no’ me contestó) y se me hizo una fama de mala cocinera increíble.
Llegó un punto en el que Nando me mandó a acostar. ‘Mañana será otro día…’ dijo.

Empezábamos a trabajar al día siguiente. A las 7 debíamos estar allí. Ahora nuestro trabajo cuenta en sacar algunas manzanas para que las que queden crezcan más grandes y el árbol tenga menos peso. Las manzanas crecen muchas juntas, y hay que dejar sólo dos donde hay muchas.

Todo el día al sol, sacando manzanas. Subiendo y bajando una escalera, la cual se ve y se siente segura, pero el viento logra tirar toda esa seguridad bien lejos en medio segundo.
Somos los más lentos, pero no nos preocupa mucho.
Sobrevivimos el día, y tenemos dos libres. Esperamos trabajar esta semana y después arrancamos al sur.

Por favor manzanitas, no crezcan muy arriba. 

sábado, 12 de noviembre de 2011

18) Nuevo rumbo.


Se terminó la temporada en Bay Of Plenty. Ahora debíamos encontrar una nueva ciudad para vivir. Mirando el mapa, la ciudad elegida fue Gisborne.

Cierto día, contándole nuestros planes a la señora de la casa, nos comentó que no había absolutamente nada por la ruta que habíamos elegido. Ni una ciudad, ni una estación de servicio, ni nada.
Como no somos los mejores mecánicos, si se nos llegaba a complicar en algún momento estaríamos fritos, por lo que elegimos irnos a nuestro siguiente destino: Hastings.
Ahora tendríamos una ruta con algunas ciudades de por medio, por lo que podríamos parar de vez en cuando.

Decidimos que era mejor tener una noche de descanso en alguna ciudad de por medio. Como ya habíamos ido, sabíamos que sobre el Lago Taupo había un estacionamiento donde se podía pasar la noche sin problemas. Genial, todo organizado.

Armamos nuestras valijas nuevamente, y ésta vez se habían achicado bastante. Se nos fue de las manos la compra de pelotudeces, y la conversación era siempre la misma “¿Qué hago con esto? - ta, lo dejo en el auto.”

Con un poco de ‘cosita’ nos fuimos de mañana temprano. Encima que nos encantaba la casa, no pudieron ser más buenos los dueños que nos hicieron un par de regalos hasta con una tarjeta. Daba pena, pero hay mucho por recorrer aún.

Allí salimos, cargados de cosas y sin mucha idea de qué haríamos luego.

Llegamos a Rotorua, paseamos un rato y seguimos. El olor que hay en esa ciudad no te deja estar mucho rato.

Para las 13 hrs, ya estábamos almorzando en Taupo. Recorrimos por aquí y por allá, y decidimos entrar en internet. Había una estación de servicio de las que tiene en pleno centro. Nos sentamos en el parquecito de enfrente y nos comunicamos con el contacto que teníamos de acomodación en Hastings. No tuvimos respuesta y los ‘macuines’ ya estaban atacando a Fernando.

Nos fuimos al auto donde nos pusimos a jugar a la conga con nuestras cartas gigantes. Se ve que nos veíamos extremadamente adorables, porque vemos que se nos acerca una chica a conversar y comentarnos que Jesús nos ama. Toda buena y genial.

Llegó la hora de dormir, reclinamos los asiento y a conversar de la vida hasta que nos dé sueño.

Es complicado de a ratos, porque no sólo no es lo más cómodo del mundo sino que cuando se ve una luz de otro auto o se escuchan voces, Nando se levanta a mirar como que se le están metiendo en el cuarto. Encima, pasa seguido, estábamos durmiendo en el centro, no en la mitad del campo.

Toda brillante al día siguiente, me levanté al baño. Nando seguía durmiendo, por lo que al volver lo empecé a molestar así se despertaba. Sabía que si lo invitaba a desayunar se levantaría más rápido, plan que funcionó de maravilla.

Allí salimos, nuevamente a la carreta. Nos quedaba una parada más, y llegaríamos a Hastings.

Al entrar en la ruta hacia Napier (próxima parada) vemos un cartel que dice que la próxima estación de servicio estaba a 130 km y que Hastings estaba a 136 km. Lo de viajar por una ruta donde haya más cosas no nos salió ni tan bien.

Cantando como unos locos, seguimos tranquilos. “Yo soy ese - bueno, pero entonces tu no cantes mi parte.”

No podemos evitar sorprendernos con los paisajes. Ya ni nos esmeramos en sacar fotos porque sabemos que nunca vamos a poder mostrarles todo lo que estamos viendo.

Rato después, llegamos a Napier. Decidimos comer algo y continuar luego de pasear un poquito.
A mi me entraron los nervios de “¿nos irá bien acá? - ¿y si ‘tal cosa’?” por lo que me empecé a preocupar. Nando, genio total, me explica que no puede salir nada mal y que si sale nos reiremos luego. Listo, seguimos a nuestro destino.

Hastings, hemos llegado.
Como no habíamos tenido respuesta sobre la acomodación, decidimos escribirle de nuevo. Un segundo después ya teníamos respuesta y casa a donde ir.

Dimos una vuelta por la ciudad y fuimos. Obviamente entendí el mapa mal, por lo que salimos para el lado contrario al principio.

Llegamos, y nos recibieron como que nos conocíamos de toda la vida. Es una familia de uruguayos que no tienen más buena onda porque no les da el día.
Después de conversar como una hora, el hijo ya nos estaba acompañando al centro para mostrarnos donde estaban las cosas.

Encima, ¡tienen mascotas!
Pero bien, nada de ‘el perro afuera’ ni ‘el gato abajo del sillón’. Es como en casa.
Ahora tengo dos gatos y un perro que me saludan cuando llego y que entran en mi cuarto como si nada. Muy genial.

Viven muchos latinos más acá, y uno de Taiwán. Nos juntamos a comer pizza anoche y él no nos entendía nada pobre. Unos 12 latinos, y él. Debe haber pasado bomba.

La semana que viene buscaremos trabajo, y veremos cómo nos va. Ninguno de los dos quiere trabajar, pero sabemos que llegó la hora.

Nos queda mucho por recorrer, y por suerte, todo nos sale bien.