jueves, 28 de julio de 2011

10) Kiwis, kiwis y más kiwis.


Estábamos en el backpacker, Fernando miraba televisión y yo estaba en plena clase de Mandarín. Había conseguido un profesor nuevo, yo le enseñaba Español, y él me enseñaba Mandarín. Igual, él tenía ventaja porque algo de Español sabía. En ese momento, cuando por suerte ya había anotado todos los colores en mi cuaderno, llegó el encargado del backpacker y nos preguntó si aún necesitábamos trabajo.  Nosotros le comentamos que empezaríamos el lunes a trabajar y nos ofreció trabajar dos días haciendo pruning. Con pocas ganas - y poca plata - aceptamos. Mi profesor de Mandarín también iría, por lo tanto sonaba divertida la idea. Nos cae bastante bien aunque no me inspira mucha confianza como profesor ya que se rumoreaba que no me estaba enseñando bien el color marrón.

A las 7.15 am teníamos que estar frente al backpacker. Teníamos que seguir un auto que nos iba a guiar hasta el trabajo. Llegamos, y éramos ocho. Mojamos nuestros championes en un balde con algo tipo desinfectante (eran las 8 y ya se me habían mojado las medias) y nos llevaron hasta las plantas que deberíamos cortar. Nos dieron nuestras tijeras, y nos dijeron que cortáramos TODO. Nosotros habíamos visto que pruning era más complicado que eso. Al principio cortábamos con miedo, pero había que dejar ese “cuadrado” sin ni una rama. Eran muchas ramas. Muchas. Y había que cortarlas todas con una tijera muy grande.

Llegó la hora del almuerzo, y mientras comíamos pizza del día anterior conversábamos. “Yo no sé qué es esto, esto no es pruning, esto es una ‘salvajeada’ que estamos haciendo” decía Fernando. “Menos mal que no tenemos que vivir de esto” le decía yo. Encima ni sabíamos cuánto nos iban a pagar ni si se me irían a secar las medias en el correr del día.

Terminó el almuerzo. Al volver, me cambiaron de trabajo. Ahora tenía (junto a tres asiáticas) que desenredar unas cuerdas amarillas que estaban en las plantas de kiwis. Era como si hubiese habido una fiesta, y tenías que desarmar la decoración. Estaban muy enredadas algunas, pero otras salían rápido. La cuerda quemaba un poco la mano a veces, pero no era tan duro como lo que estábamos haciendo antes. Igual, cansaba mucho.

Era hora de irnos, y no podíamos más del cansancio. Volvimos, y en el camino Fernando me comentó lo que había escuchado que nos iban a pagar. Le parecía muy poco y a mí no me parecía tan malo. Lamentablemente, muchos días después me di cuenta de que le había entendido mal y que él tenía razón. Llegamos al backpacker, y teníamos que pensar cómo íbamos a decirle que no queríamos ir al día siguiente. Mientras descansábamos, tocaron la puerta. Era el encargado para ver si iríamos al día siguiente o si estábamos muy cansados. Lo estábamos, y preferíamos descansar así empezábamos mejor en el otro trabajo.

Nos despertamos al día siguiente, y el dolor era insoportable. Todo dolía. Las manos, los hombros, la espalda... y todo.

Al día siguiente, ya era lunes. Pasamos a buscar a nuestros  compañeros de trabajo que van con nosotros y fuimos los cuatro muy contentos a trabajar. Llegamos, y tenían los contratos con nuestros nombres. Era verdad, teníamos trabajo. Mientras firmábamos hoja tras hoja, a Fernando le dijeron que se tenía que sacar las expansiones para trabajar, y por más que le explicó que se ponía las orejas dentro de la gorrita donde tenemos que poner el pelo, ésta vez se las tenía que sacar. Lo acompañé para ayudarlo, y al volver a la mesa me habían dado mi delantal, pero él tenía una gorra. Era ‘stacker’.

Llegó la hora, empezamos a trabajar. No era como antes, ahora es todo más difícil.  Mi trabajo consta en ver si los kiwis tienen algún corte, si están blandos o podridos. Parece fácil, pero tienes un segundo (literalmente) para mirar dos kiwis. Lo peor de todo, es que cuando terminas la caja, la tienes que firmar. Eso, significa que vengan a cada rato con un kiwi apenas blando y te digan que ese kiwi estaba en tu caja. ¡Malditos!.  Encima, no usamos guantes ahora y los kiwis están muy fríos y mojados.

El trabajo de Fernando consta en poner y sacar cajas. Lleva y trae cajas con kiwis todo el día. Tienen muchas expresiones, que a la gente que trabaja ahí les parecen obvias y nosotros teníamos que adivinar lo que querían decirnos. Nos estuvieron retando tipo… todo el día. Estábamos haciendo todo mal, intentábamos hacer lo mejor posible pero no le podíamos agarrar la mano.

Yo era muy lenta y Fernando muy débil. Las Maoríes de mi línea hacen 3 cajas, y yo hago una. Fernando levanta una caja, y los stackers Maoríes (vean una foto de un Maorí, por favor) levantan  cuatro. Era deprimente.

Terminó el día, y estábamos agotadísimos. Lo peor es que al día siguiente entrábamos más temprano.

Llegó el segundo día, y mi hermana estaba en fecha de ser mamá. En cuanto me desperté, pregunté por ella y ya estaba en el sanatorio.  Fui a trabajar, pendiente del celular. Salimos al descanso, y todavía no había noticias. En cuanto entramos, me llega un mensaje de que había nacido. Era tía. Llorando de la emoción, fui a contarle a Fernando. Seguí mirando kiwis mientras se me caían las lágrimas y mi celular sonaba. Cuando salimos al siguiente descanso, hablamos y por suerte había salido todo bien. Catalina había llegado al mundo y yo por más que me pelee muchísimo con mi hermana, en ese momento me hubiese gustado estar ahí. Así que le mando un beso grande a mi hermana que me está mirando y la felicito por esa bebota hermosa que creó.

Pasaron los días, y fuimos mejorando. Tenemos sábado y domingo libre, por lo que no podíamos esperar. Llegó el viernes, y nos pidieron trabajar el domingo. Íbamos a morir, con plata, pero íbamos a morir.

Uno de los días, estábamos trabajando mucho como siempre, y yo no encontraba a Fernando. Cuando llegó la hora del descanso, lo encontré. Mientras íbamos caminando hacia afuera, me dijo “mi amor, creo que me cambiaron a la línea de los losers”. Yo, me le reí en la cara. Me mostró cuáles eran sus compañeros, y entre ellos estaba un señor muy loco que siempre anda de bermuda (hace mucho frío) y un chinito que anda siempre muy feliz y parece una caricatura. La línea iba lenta, y en general todo era lento.  Ahora era todo mucho más fácil y andaba más contento.

Pasó la semana y llegó el miércoles. El día que recibimos nuestro pago. Lo abrimos, y nos olvidamos de todo el dolor de esa primera semana. Había valido la pena, se portaron bien y nos pagaron más de lo que esperábamos.

Muy contentos, seguimos cada uno con su trabajo. Yo miré muchos (MUCHOS eh) kiwis, y Fernando movió muchas (MUCHAS eh) cajas. Mi día estaba siendo insoportable, nos tenían a mil. Sólo a mi línea, no sé por qué, pero nos tenían como locas. Yo estaba cansadísima, y no podía esperar hasta la salida. En eso, nos vienen a preguntar si podíamos trabajar dos horas más. Dijimos que sí, pero me hubiese gustado empaquetar cualquier otra cosa menos kiwis. Aparte, los kiwis lastiman la mano aunque no parezca, esos malditos pelitos que tienen te hacen doler.

Nos dieron la cena, y Fernando no quería vegetales. Cuando fue a pedir su porción de papas fritas, le dijeron que tenía que comer vegetales. Fernando le comentó que no le gustaba el brócoli, le sirvieron zanahorias y le dieron su porción de papas fritas.

No sé cómo, pero sobrevivimos.  Y al día siguiente salimos antes, y nos dieron no dos, sino que tres días libres. Lo sentiremos cuando nos paguen, pero ahora estamos muy contentos.

El trabajo no nos gusta, y yo cuando escribo pinto todo como que nos estamos por morir, pero de verdad que estamos pasando genial. Sí, nos duele todo mucho, nos aburre y nos retan, pero es por poco tiempo y tiene sus cosas divertidas. Aparte, a Fernando no lo han sacado de la línea de los losers, encima creo que ya es medio capo ahí.

viernes, 15 de julio de 2011

9) Dos meses por aquí.


Esa tarde en Auckland, decidimos que lo mejor era volver a Tauranga y sus alrededores, ya que de verdad queríamos trabajar nuevamente en donde estábamos, y teníamos la posibilidad en unas dos semanas. Decidimos en ese tiempo hacer algo de pruning, así no se nos iba tanta plata.

Nos despertamos temprano, nos bañamos como si fuese la última vez que íbamos a hacerlo y salimos a buscar el auto. El auto lo estacionamos en un lugar gratis (quedó parado todo un día por si no encontrábamos lugar de nuevo ahí) y nos quedaba bastante lejos. A nosotros, que caminamos prácticamente a la velocidad de la luz (los que nos conocen saben que eso es sarcasmo puro) nos llevaba media hora llegar al lugar más o menos. No nos dimos cuenta que habíamos estacionado debajo de un árbol dónde se paraban muchos pajaritos. Creo que no tengo que aclarar nada más.

Fuimos hasta afuera de un McDonald’s a ver si podíamos entrar en internet, pero la señal no alcanzaba. Al lado, teníamos la estación de servicio donde íbamos a cargar nafta y decía que tenían WiFi. “Vamos a probar ahí” le dije a Fernando. Cargamos nafta,  paramos en un costado y nos conectamos. ¡OH, POR DIOS! - ¡Aquí te dan 400 mb!. Para Nueva Zelanda, y gratis, eso es un montón. Para que se hagan una idea, en McDonald´s puedes usar 50 mb y en la biblioteca podíamos usar 100 mb. Era como haber encontrado una mina de oro. ¡Qué genial!

Miramos el mapa para volver, y volvimos al backpacker por nuestras valijas. (¡hey! - el mapa lo miramos para volver a Tauranga, no al backpacker) Ya en el auto con todo pronto, salimos de viaje nuevamente.

Hacía varios días que le veníamos sintiendo un ruido un poco raro al auto (como una cinta medio loca) pero como era cada dos por tres, no le dimos mucha pelota. Íbamos saliendo de Auckland, y el ruido no se iba. Minutos después, en plena carretera de cuatro carriles, con autos muy apurados, sentimos que algo se desprende del auto, y que lo pasamos por arriba. “¿Te parece que perdimos una parte del auto Nando?” - “Si” me contestó sin dudarlo, “Uff, yo también”. En eso, se prenden tipo todas las luces del tablero. La que más nos preocupaba era la que decía que carguemos la batería - y la de que estaba calentando también. (Bue, y no había ninguna más prendida)

Pusimos toda la sabiduría que tenía cada uno sobre autos sobre la mesa, y decidimos que seguiríamos hasta que el auto se nos quede. El resto veíamos después (Buen plan, la tenemos clara ya). No teníamos ni idea que hacer, encima yo no lo quería apagar porque me parecía que no iba a prender porque no tendría batería para hacerlo. Y así, seguimos y seguimos. Muy tranquilos (cagados hasta las patas) y haciendo fuerza para que no nos pase nada.

Ya llegando a Tauranga, estábamos en la carretera y faltaba una cuadra para pasar una rotonda y entrar al centro. El auto empieza a tironear, y tuvimos que parar en un costado. Se apagó. Ahí ahí, se apagó. “¿Y ahora?” - teníamos escrito en nuestras frentes. Era sábado a eso de las 15 hrs, no iba a haber ningún mecánico. Mandamos un par de mensajes de auxilio, pero no tuvimos respuesta. “Voy a buscar un mecánico” dije, y salí en marcha. Todo cerrado, pero hasta que no llegara a lo de nuestro mecánico no perdía las esperanzas. De lejos, vi el portón grande cerrado y ya estaba por llorar. Pero no, en la oficina, ahí estaba, el señor mecánico con un amigo.

Entré, y después de contarle todo, me dijo que esperara que él nos iba a ayudar. Se había quedado mirando videos pelotudos en internet. ¡Gracias! - ¡Gracias por los videos pelotudos en internet! Terminó, y fuimos en su camioneta hasta donde estaba el auto. Llegamos, y cuando miró, se rió y dijo “¡the (buifsrwbfl - ni idea) is GONE!”. Suponíamos que era eso, que habíamos perdido una parte. Nos puso una batería cargada, y lo llevamos hasta el taller. Como no encontró repuesto, teníamos que esperar hasta el lunes. Y bue, así fue. Estacionamos en un parquecito y pasamos esas dos noches en el auto. Jugamos muchos juegos como el ahorcado y el ta te ti, y no fue tan malo como parece.

Llegó el lunes, y lo llevamos a arreglar. Paseamos toda la tarde, y quedó pronto. Habíamos perdido el alternador, que era lo que hacía que la batería se fuese cargando a medida que el auto va andando. Decidimos ir a ver un backpacker que no estaba tan en el centro, y ver si nos quedábamos ahí o no. Preguntamos, y el cuarto para nosotros solos no era tan caro, íbamos a probar una noche y decidíamos luego si nos quedábamos ahí o no. En cuanto dejamos las cosas en nuestro cuarto, vimos que sí, que nos íbamos a quedar ahí. Lindo lugar, y no había mucha gente. Pagamos la semana y a descansar.

Empezamos a buscar trabajo, y se nos estaba complicando. Los que estaban contratando para pruning pedían gente que se comprometa hasta Setiembre, y nosotros queríamos dos semanas. En ese tiempo, parecía que era lo que demorábamos en agarrarle la mano. El trabajo que esperábamos nos decía que faltaban un par de semanas, y ya nos estábamos desanimando. Buscamos y buscamos (no COMO LOCOS, pero buscábamos). Llegó la semana donde se suponía que nos llamaban, y nos dijeron que  no sabían cuando iban a llamar.

Cierto día, estábamos muy contentos con otra pareja que vive aquí también mirando Hell’s Kitchen, cuando entra otro que vive aquí, seguido de una muchacha asiática. Sin prestar mucha atención, saludé y seguí mirando la televisión. Noté que en cuanto me miró tuvo una reacción rara, por lo que la volví a mirar y la noté conocida. En eso, entra otra muchacha asiática y ahí todo me cerró. Eran dos de las tres chinas que nos habían ido a pedir el auto a la habitación. ¡¿WTF?! ¿Qué nos vendrían a pedir ahora? Mientras el que vive aquí fue a la cocina, ellas fueron al baño. Fui hasta donde estaba Fernando, quien estaba muy concentrado tocando la guitarra (que le falta una cuerda pero a él no le importa) y le conté quienes eran. “¿Estás segura?” - me preguntó - “¡Obvio!” porque si algo he aprendido en este tiempo, es a diferenciar a los asiáticos que he visto antes. También aprendí los días de la semana en Mandarín, aunque creo que pronuncio medio mal. Faltaba una, pero eran ellas. La situación era un poco incómoda, pero no nos importaba nada más que ver quien se iba de Hell’s Kitchen. Aparte, ellas eran las que estaban de apoyo, era la que faltaba la que nos pidió el auto. Probablemente ya había conseguido alguno prestado y las había dejado solas a las otras dos.

En fin, estábamos bien pero desanimados, y encima que se me estaba por terminar el shampoo, en el backpacker se llevaron todos los cubiertos, platos y cosas de la cocina (cosas que se comparten) y ahora teníamos que pagar NZ$ 10 cada uno para que nos den un juego que incluye platos, cubiertos, etc. Después te devuelven la plata, pero somos varios los que no hemos pagado aún. Igual tenemos nuestros platos de plásticos (que son “microwavable” para que sepan) y no tenemos vaso, pero tomamos del pico y no nos molesta. Yo estaba enojada porque nos habían sacado todo, pero Fernando se reía y todos nos reíamos de él después cuando comía tallarines con los palitos chinos que había comprado en Auckland. Sus profesores de palitos chinos (nuestros compañeros de casa) le decían que no estaba tan mal. Pudo comer todo, así que supongo que aprendió rápido.

Cuando llegó el día que me estaba por poner MUY triste por el tema del trabajo (el día anterior había estado un poco triste) recibimos una llamada de nuestros compañeros de trabajo con los que íbamos juntos a trabajar (y a preguntar por el trabajo el último tiempo) diciendo que los habían llamado y que habían preguntado por los cuatro. Empezamos el lunes a trabajar, pero hasta que no estemos allá, no queremos decir nada. Shh.