viernes, 16 de diciembre de 2011

21) Sur, al fin.


Con las valijas prontas nuevamente, dejamos Hastings tempranito.

La primera parada era Palmerston North, una ciudad no muy lejos de donde estábamos. Llovía, y mucho, pero salir de viaje siempre es divertido.

En el camino, la ruta que pretendíamos seguir estaba cortada, teníamos que ir por otro lado y el camino no estaba tan lindo. La ruta empezó a subir y subir, no era nada nuevo, ya que acá es bastante común ir por caminos bien altos donde las opciones en los bordes son caer a un precipicio o darte contra la montaña. Por más que hemos visto cosas así bastantes veces, igual el paisaje no deja de sorprenderte.

Llegamos a lo más alto, y estaba lleno de molinos de viento. Un hermoso paisaje, que merecía una parada y algunas fotos.

Llegó la parte de bajar, que generalmente es más fácil. No sólo llovió como nunca, sino que empezó a caer granizo. Esta vez, Fernando iba manejando y yo iba del lado del precipicio. Por primera vez, sentí miedo. Miedo puro. Yo no veía ni tres pasos más adelante del auto, y era una curva cada 100 metros. Fernando tranquilo, hasta ahora no entiendo por qué tanto, se creía un piloto de fórmula 1. Manejaba a 40, parece bien boluda la velocidad, pero yo le pedía que fuese a 10.

Después de darme cuenta que NO iba a vomitar de los nervios, pudimos seguir y llegamos a la primera parada. Bajamos, recorrimos un ratito y continuamos con el viaje. La lluvia no estaba ayudando mucho lamentablemente.

Seguimos camino a Wellington, la ciudad capital.

Iba yo manejando ésta vez, y tenía miedo de que me pasara de enloquecerme manejando como en Auckland. Ahora iba saliendo todo bien, cero bocinazos hasta el momento.

Llegamos, y teníamos que encontrar estacionamiento en una calle que nos habían dicho que era gratis y un conocido había pasado la noche allí. Llegamos, y el lugar no era el más lindo del mundo, pero no nos importaba mucho.
Salimos a recorrer la ciudad, la lluvia seguía sin querer colaborar.
Como sabíamos que nos esperaban noches en el auto, no podíamos darnos el lujo de andar húmedos por la vida, por lo que la lluvia nos molestaba más de lo que parece.

Nos habían comentado que en los cines de Wellington y de Auckland están las pantallas más grandes del mundo, que se pueden encontrar en Estados Unidos o lugares así, decidimos darnos el gusto de ir a cenar y salir al cine.

Llegamos a un shopping, y decidimos comer algo. No habíamos terminado, cuando una señora que limpia en la plaza de comida nos pregunta si ya habíamos terminado. Contestamos que no, y se fue. Teníamos que hacer tiempo porque faltaba para que empezara la película, por lo tanto estábamos disfrutando la cena y tomando Coca bien lentos.

Al terminar, Fernando fue al baño. La señora volvió y me preguntó nuevamente si había terminado. Como tenía Coca aún en mi vaso, le dije que no. ¡No quería que me tirara la Coca!
Al contestarle, suspiró un poco molesta. Cabe aclarar que había mil mesas vacías, y que no había gente esperando ni nada por el estilo.

Volvió Fernando, y yo agarré mi bebida. Nos estábamos por ir, y Nando fue a tirar la bandeja. La señora muy enojada le dijo que ella le había preguntado a su esposa (yo) si había terminado y que yo le había dicho que no.  ¡Oh, no! - Ahora Fernando me iba a retar (?)
Me delató.

Entramos al cine, y de verdad era la pantalla más grande que hemos visto.
Muy genial todo.

Terminó la película, recorrimos un poco más y nos volvimos al auto.
Preparamos la frazada y a dormir. Yo al salir de Hastings me fui un poco resfriada, por lo que dormir con el final del pantalón mojado sabía que no iba a ayudar mucho.

El lugar no era como para dormir, por lo que Nando estaba insoportable mirando para afuera con cada ruido. Me mandó a dormir y me dijo que él probablemente se iba a quedar despierto y que en cuanto saliera el sol nos íbamos.

A la mañana siguiente, a eso de las 5.30 am, abrí los ojos. ¡Vamos! - me dijo Nando. Creo que de verdad durmió poco.

Nos fuimos rumbo al ferry para cruzar a la isla sur.
Ahora el tránsito estaba tranquilo y llegamos sin problemas. La oficina abría a las 6 am, por lo que desayunamos y recorrimos por ahí cerca.

Compramos nuestros pasajes, y ahora había que esperar para subir el auto al ferry.

Todo en órden, y adiós Isla Norte.

Llovía y nos dormimos un rato mirando una película. Al despertarme, noté que había salido el sol y que el paisaje era más lindo que nunca.
Disculpándome, desperté a Fernando. Le dije que nunca íbamos a volver algo así, por lo que lo hice salir a ver esas montañas tan lindas que nos rodeaban.

Llegamos a Picton, ahora a manejar hasta que nos den las ganas. La parada final ahora era Alexandra, pero como estaba muy lejos no íbamos a llegar en un día.

Arrancamos, y después de un ratito empezaron a aparecer las grandes montañas a lo lejos. No sólo eso, ahora la ruta era playa de un lado, y enormes montañas del otro. Era algo tan lindo, que no podíamos creer cómo no habíamos venido antes para este lado.

Manejando, y parando a descansar por cualquier lado, llegamos a un pequeño pueblo llamado Cheviot. No había nada, pero se veía un tranquilo lugar para dormir frente a un club de bolos.

Compramos comida, usamos el baño y nos quedamos jugando a las cartas. El cansancio ya se venía acumulando, por lo que era mejor descansar.

Después de largas conversaciones como qué cosas vamos a hacer al volver a Uruguay, nos dormimos ahora mucho más abrigados. Sacamos los sobres de dormir y nos pusimos otro par de medias. Sin despertarnos ni una vez en la noche, amanecimos cerca de las 7 am y nos acomodamos para seguir.

Partimos a eso de las 8 am, y la próxima parada era Chistchurch. Llegamos, y nos deprimió bastante la ciudad. El terremoto de febrero afectó un montón, por lo que al centro no se puede pasar. Las casas tienen carteles de peligro de derrumbe, muchas están abandonadas y es todo bastante triste. Recorrimos, sacamos fotos y continuamos nuestro viaje.

Paramos en Ashburton a almorzar y continuamos el viaje. Cada uno manejó hasta no poder más y al final del día estábamos en Alexandra. Por parar y recorrer ciudades, demoramos aproximadamente 12 hrs en llegar de un lado a otro, pero valía la pena todo.

Pensábamos que nos íbamos a encontrar con una ciudad genial, llena de cosas para hacer. Error total, estamos en un pueblito que no tiene nada.
Buscamos un lugar para quedarnos y todo era bastante caro, por lo que dormimos en el auto una vez más y a la mañana siguiente nos mudamos a un backpacker.

Ahora estamos solos otra vez, y tenemos tele en el cuarto. No sólo eso, sino que la ventana da a un pasillo en el costado dónde hay cuatro gatitos pequeñitos con su mamá.

Era viernes, por lo que decidimos descansar mucho. Nos bañamos y dormimos prácticamente todo el día.

Sábado y domingo no eran los mejores días para ir a buscar trabajo, por lo que salimos el lunes. Todos los lugares nos decían lo mismo: que ya estaba lleno, o que empezaban en enero.

Muy desilusionados, nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, salimos para otro lado. En un puestito de cerezas, preguntamos si necesitaban gente. ‘Si, si’ me contestó, aunque no era para cerezas. Y no podíamos creer. Era martes, y empezábamos el jueves a trabajar. ¡Genial! Ahora íbamos a hacer lo mismo que lo de las manzanas, pero con duraznos.

El señor nos ofreció acomodación ahí mismo, era más barato aunque estaba más lejos de todo.

Muy contentos, nos volvimos al backpacker.

Llegó el día de trabajar, y llegamos tempranito. Nos mostró lo que teníamos que hacer y se fue. Era raro, éramos los únicos en la orchard.

El señor volvió a las 10 am, y nos mostró la acomodación. Era una casita bien pero bien de película de terror. Todo viejo, probablemente nada andaba y la ducha estaba en un cuarto.

Nos llevamos los contratos y seguimos trabajando. Al mediodía casi morimos calcinados al sol, y a eso de las 14.30 hrs se venía una tormenta impresionante.
Empezó a lloviznar poquito, pero el señor no vino. Se hicieron las 16.30 hrs, que era la hora de salida y el señor tampoco vino. No lo veíamos desde las 10 de la mañana y encima habíamos hecho la mitad de lo que nos había mandado.

Fuimos a golpear a la casa, y no nos atendió nadie. Nos fuimos, y era todo demasiado raro.
Llegamos, muy pero muy cansados al backpacker, con Nando nuevamente sin querer ir más a trabajar al día siguiente.

Al llegar, la dueña del backpacker nos pregunta si tenemos trabajo. Contestamos que no, y nos dijo que ahora sí. ¡Ahora el trabajo era en una packhouse - justo lo que queríamos! Mi puesto era prácticamente seguro, pero Nando era demasiado alto. Después de arrodillarse sobre sus championes, y parecer bien bajito, él también tenía un lugar.

Bien contentos nos fuimos al dormir, al día siguiente ella nos iba a llamar para ver qué pasaba con el trabajo. Varios renunciamos, y pretendíamos empezar al día siguiente.

Llovía, por lo que no íbamos a trabajar igual en la orchard.
7.30 am nos avisan que el que nos iba a contratar iba a llamar a las 9 am, que ella entraba a trabajar a esa hora y que la madre de la dueña del backpacker odia atender el teléfono. Sabíamos que había 6 lugares para trabajar. Nosotros éramos 3: Nando, yo y un argentino con el que conversamos bastante por aquí.

Los asiáticos eran 6 justo. Si ellos atendían se iban a quedar con el trabajo, por lo que nos sentamos los 3 custodiando el teléfono. Igual teníamos miedo porque no sabemos aún como hacen, pero te sacan las cosas sin que te des cuenta.
Nuestro futuro jefe llamó  a la dueña del backpacker, y por la lluvia se había atrasado todo. Se supone que el trabajo es seguro, pero que nos van a avisar en estos días cuándo empezamos.

Esperemos que sea pronto, pero con ese señor raro, no volvemos más.

1 comentario:

  1. Yo me quedaría en la casa de terror. Muy bizarro que Fernandu se haya tenido que hacer pasar por bajito. Caca.

    ResponderEliminar